El eje de Silicon Valley se ha desplazado a San Francisco. La que antaño fuera capital del movimiento hippy se ha convertido en la high-tech capital del mundo. 500 empresas del sector tecnológico han cambiado su rostro.
Desde que Ron Conway se mudó a San Francisco en el 2004, la ciudad empezó a cambiar de rostro. Considerado el ángel inversor de Silicon Valley, amasó una fortuna apostando en sus inicios por empresas tan exitosas como Google, Facebook, Twitter y otras start-ups.
Conway acarrea consigo la fama de conseguir todo aquello por lo que apuesta, y desde hace algún tiempo su atención está centrada en San Francisco. Hace algo más de un año lanzó la web sf.citi, una iniciativa que aúna todo el poder y la influencia de las compañías tecnológicas para resolver los problemas de la ciudad y dar respuesta a los nuevos retos.
500 compañías del sector tecnológico, las mismas que han desplazado su centro de operación de Silicon Valley a San Francisco, forman ya parte de sf.citi, a quienes muchos ven como una poderosa plataforma con tentáculos en la política.
No en vano el alcalde de San Francisco, Edwin M Lee, es amigo de Ron Conway, y no duda en expresar a las claras su opinión de que “personas como él benefician a la ciudad”. El propio alcalde debe en parte su reelección al apoyo y al dinero del principal bróker de la ciudad.
Conway es también habitual en las visitas que Obama hace a San Francisco para recaudar fondos para su partido, como la que recientemente realizó a la casa de una fundación de billonarios en Sea Cliff, al noroeste de la ciudad.
Entre sus éxitos más sonados está el haber logrado, mediante una fuerte campaña política, reemplazar el antiguo sistema de tasas de San Francisco, llamado “payroll”, por el cual una compañía debía pagar impuestos cada vez que contrataba a un trabajador –algo fatal para el dinamismo del sector tecnológico-. Ahora las tasas están en función de las ganancias, lo que ha beneficiado y atraído a muchas high-tech que han obrado el milagro de aupar a San Francisco hasta la cúspide de la pirámide tecnológica.
Su opinión sobre la comunidad tecnológica la expresaba claramente en un artículo reciente publicado en Forbes: “Algunas de las mentes mas brillantes, creativas y ambiciosas del mundo están aquí. Y cuando estas mentes se concentran en trabajar con los líderes políticos para mejorar nuestra comunidad, no sólo favorecen el crecimiento de nuestros negocios, sino que también influyen en un cambio positivo en el mundo”.
Voces divergentes
No todos ven con tan buenos ojos el rumbo que esta tomando San Francisco. Como no era menos de esperar en una ciudad que siempre fue critica y rebelde con los poderes establecidos, las voces divergentes existen y se pronuncian.
Como la del periodista y escritor David Talbot, ex editor de Salon.com. En su opinión, “el boom digital está creando trabajos y riqueza para la ciudad, pero también una brecha entre quienes trabajan en las tech y los que no –en realidad todos los demás, incluido el sector servicios del que depende la ciudad-. Producto de este boom, estudiantes, profesores, camareros, bomberos, artistas y muchas otras personas están siendo expulsadas de la ciudad”.
“San Francisco se está convirtiendo en el campo de juego de la élite digital, mientras que muchos de los artistas, trabajadores y activistas que han contribuido a hacer de la ciudad un espacio abierto, tolerante, progresista y “cool” encuentran cada día mas difícil vivir aquí y se sienten menos acogidos. Muchos se están desplazando a Oakland, con viviendas más asequibles y un ambiente social y cultural más étnico y vibrante. Es lo mismo que sucede con Manhattan, un lugar exclusivo para los dueños del mundo de Wall Street, y Brooklyn, donde está la vida real”.
Talbot apunta una realidad que está en la conciencia de todos, vivir en San Francisco se ha convertido en un lujo. Comprar resulta prácticamente imposible, con los precios rozando la estratosfera, y arrendar un apartamento de dos habitaciones cuesta una media de 2.500 dólares al mes. Solución: compartir o emigrar a las afueras.
Lo cierto es que el desembarco de las tech en San Francisco ha disparado los precios. La llegada de Twitter a Mid-Market, una zona de grafiteros, drogadictos y “homeless” hasta hace un par de años, ha disparado las rentas hasta más del 60 por ciento, además de haber creado una cultura completamente diferente.
No solo Twitter, los grandes nombres del imperio de las tech, se han hecho ya con un trozo del codiciado espacio en la city: Zynga, Yelp, Dropbox, Square, Airbnb , Salesforce y un sinfín de start-ups que suman ya 500. Unas llaman a las otras, y la cultura de las tech se hace notar en la que fuera cuna del movimiento hippy y un santuario para bohemios de todos los rincones del mundo.
Como escribe Talbot en su libro Season of the Witch, una historia de San Francisco entre los años 60 y 80 del siglo pasado, “ la ciudad fue una vez un faro para los proscritos del mundo –hippies, gays, soñadores, músicos de rock y artistas underground-. Después de décadas de rebeldía, pasó a ser conocida como la ciudad más progresista de América, pero esos días ya han llegado a su fin”.
Ciudadanos de a pie como Carla Brukner que lleva viviendo en San Francisco tres años se muestran menos pesimistas. En su opinión, “pese a la gran influencia de las tech, San Francisco siempre conservará esa aura bohemia por la que es conocida. Desde luego, la actitud de l<a gente e incluso la forma de vestir es mucho mas relajada que en otras ciudades”.
Para Shelah Barr, una neoyorquina que ha hecho de San Francisco su casa en los últimos veinte años. “Vivir en San Francisco siempre ha sido caro, y no creo que las tech sean completamente responsables de ello. La ciudad es muy atractiva y siempre ha habido gente que esta dispuesta a pagar un sobreprecio por disfrutar de las muchas ventajas y de la belleza que ofrece este lugar”, dice.
Lo cierto es que poco o nada queda del rastro de la que un día fuera la capital del movimiento hippy, salvo un puñado de calles míticas como Haight-Ashbury que atraen a visitantes de todo el mundo.
Fuente: http://internacional.elpais.com